Micros de Liliana Ebner

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
"POR LOS DERECHOS HUMANOS, LA MUJER DEBE VIVIR LIBRE DE TODA FORMA DE VIOLENCIA PARA VIVIR BIEN, DILE NO A TODA FORMA DE VIOLENCIA CONTRA TU, YO, ELLA Y NOSOTRAS LAS MUJERES"
KAREN JIMENA CASTAÑOS TORREZ
Se llamaba Mayra, tenía 25 años y dos pequeños hijos de su primer matrimonio. Estaba en pareja con Julián, integrante de una banda de rock que, según ella, la colmaba de atenciones y se preocupaba por la educación de sus hijos.
Los niños eran tímidos y tenían un dejo de tristeza en su inocente mirada. Mayra y Julián discutían mucho, sobre todo, cuando él llegaba al alba, borracho y drogado. Ella ocultaba sus moretones con grandes lentes oscuros y con abrigos de manga larga aún cundo el calor era insoportable.
Sus padres le pedían a gritos que lo dejara, pero ella decía que él tenía sus arrebatos, pero luego la llenaba de besos, flores y bombones, y hasta le llevaba el desayuno a la cama. Los niños no salían a jugar con sus amigos, pues Julián temía que contaran lo que pasaba puertas adentro.
Una noche los gritos de Mayra alertaron a los vecinos que, al llegar a la casa, la vieron arder como una tea viviente, delante de la atónita mirada de los pequeños.Agonizó varios días y finalmente falleció. Él dijo que había sido un accidente, una botella de alcohol, un cigarrillo…
Pagó el homicidio con pocos años de cárcel. Ahora otra vez toca, se droga y se emborracha.
Los niños, con sus abuelos, han vuelto a sonreír pero la herida que llevan en el alma nunca habrá de cicatrizar.
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EL ÚLTIMO SUSPIRO
Sobre la almohada su blanca y prolija cabellera descansa.
Sus ojos color mar brillan. Un sonido la sobresalta.

—Mira qué ocurre— dijo a la enfermera.

—El viento arrojó esta piedrecilla.

Cerró los ojos y toda una vida junto al mar, junto a un faro, pasó sin detenerse.

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LA RAMA CAÍDA

Cayó como los héroes, con dolor pero en silencio.
Permanece inerte prodigando vida, dejando que la savia nueva trepe por su seco tronco. Es el secreto de dos almas que se unen en la lejanía para sentirse cerca. Es pasión que renace en una rama caída.
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HAYDÉE
Había una vez una bella dama que vivía a orillas del Río de la Plata. Nació para escribir y con sus letras transformadas en cuentos, cautivar a los niños, a los jóvenes, a los viejos. Su voz se escuchaba en cada rincón, como un eco, sus manos imitaban las imágenes del cuento y todos se transportaban al país de las hadas, de los duendes y de los pájaros. 
Pero un día apareció una bruja, con su maligna sonrisa y sus heladas manos y tomando a Haydée entre sus brazos, se internó con ella entre las nubes más negras. sin embargo, del cielo bajó un hada, esa que ella nos mostraba con voz aterciopelada, y esparció una fuerte luz sobre el Río de la Plata. Entonces la bruja mala, al taparse la cara, dejó caer a nuestra amada tierra cuentos sobre el haz de luz de ese arco iris de la esperanza.

Y desde entonces, cuando la luna llena cubre las aguas con su manto de plata, un cuento brota de las entrañas de ese río caudaloso y recorre los rincones uniendo los continentes con esa voz que por siempre resonará en nuestra memoria.
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CONFUSIÓN
La sala oscureció. Ellos se sentaron en un apartado rincón. Él apoyó su mano sobre el desnudo hombro de ella, que sonrió. De pronto, una suave piel se deslizó bajo su minifalda, húmeda y temblorosa y allí se quedó, cobijada entre sus sedosas piernas.

La recorrió una oleada de calor y recostó su cabeza sobre el hombro de él.

Al momento su amado le susurró algo al oído y se levantó prestamente.

Ella quedó sin aliento, de su boca brotó un estremecedor grito. Las luces se encendieron, la gente corría. Un espectador, buscaba infructuosamente en sus bolsillos, a su hamster.
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LA HORA DEL TÉ
Era el día esperado, ese en que mis amigas venían a jugar. Mi madre preparaba deliciosos pasteles para la hora del té mientras yo acomodaba mis más lindas muñecas, algunas de porcelana, sobre las sillitas que mi papá me había comparado. Tenían sus vestidos impecables, recién lavados y almidonados y sus rizos caían brillantes con moños de raso. Las tacitas de porcelana del jueguito de té, con sus diminutas florcitas verdes y rosadas y las primorosas servilletitas con puntillas de encaje hechas a bolillo que mi abuela tejía, adornaban la pequeña mesita junto a un ramito de violetas.
Mis amigas llegaban y todo era fiesta, jugábamos a la mamá, mandábamos los “niños” a la escuela y mientras ellos estaban allí nosotras tomábamos el té con torta de chocolate y masitas de nuez. Al atardecer los padres venían a buscarlas y nos despedíamos hasta otro día, donde el té se tomaba en otra casa.

¡Qué tardes hermosas pasábamos! ¡Qué recuerdos tan felices de una niñez tan bella y sana!





El aire cálido acaricia mi rostro y juega con un rebelde mechón de cabello, el ruido a mar me despierta como un sonajero. Al abrir los ojos el tiempo pasó, marchitando mi piel y tornado más cansino mi andar. Pero no me ha podido quitar los sueños de mi niñez, esos de muñecas vestidas de fiesta, de tacitas de porcelana y de ese inconfundible aroma a mamá.
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LA HOGUERA DE LAS PALABRAS
La corrupción, la traición y cobardía,
son el producto de una sociedad podrida.
Cuando la educación se degrada,
cuando los libros son solo hojas vacías
porque ya el niño no aprende el alfabeto
sino que el hambre le enseña el robo, la droga y el incesto,
entonces las mentes afiebradas
de esos que mitigan la ausencia de letras con inútiles dádivas,
se convierten a los ojos de quienes aún tenemos esperanza
En hogueras, no de leños sino de lápices que nunca podrán escribir:
AMOR, LIBERTAD, DEMOCRACIA
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PRESENTE EN MIRALEJOS
Miro lejos, muy lejos.

Todo mi ser levita, se vuele liviano, vuela.
Puedo sentir el aire rozando mis mejillas, puedo sentir la brisa arremolinando mis cabellos.
Miro desde arriba, los llanos y colinas, los tupidos bosques y las selvas de la amazonía.
De pronto una inmensidad azul se abre bajo mis pies y su oleaje desde arriba, asemeja a corderos saltarines.

Desciendo dando un largo y profundo suspiro y espero mirando a lo lejos, al Sapo mayor que, con su magia, me convertirá en una alegre sapita.
Allá en Miralejos habrá una gran fiesta donde sapos y ranas pondrán sobre las hojas de la gran charca sus poemas más bellos, sus relatos más tiernos, sus historias más enigmáticas, y desplegarán todo su talento.
Desde todos los rincones acudirán a la cita que el Gran Sapo Felipe ha organizado en El Campello de Alicante, en la Villa Miralejos.
Sin duda que habrá tortillas, boquerones y paellas y buenos vinos riojanos para refrescar la lengua.
Y como yo he levitado y hasta allí me he acercado, y deseo que sea de incógnito, me instalaré en algún rincón cercano donde pueda escuchar, reír y hasta llorar al escucharlos croar.
¡Qué lejos es Miralejos ¡ Pero cuando las ansias son grandes, no hay impedimentos ni distancias, porque con los ojos del alma estaré allí junto a todos ustedes, mirándolos de lejos.
Deseo y sin duda así será que pasen una hermosa velada, que se fundan en abrazos sinceros que luego darán lugar a las palabras, que compartan el amor por las letras, por la amistad y la vida.
Estaré allí, muy cerca de ustedes y cuando hagan un momento de silencio, lo que creo será casi imposible, sientan mi croar que desde Buenos Aires llega hasta Miralejos.
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ME QUEDÉ SIN CHOCOLATE

Corría la década del 30 y mi madre, recién casada, continuaba con la tradición de invitar a sus amigas a un chocolate todos los 9 de julio, celebrando así el Día de la Independencia.
Era un día de júbilo. Desfiles militares, de colegios, todo coronado por una gran chocolatada en un lugar céntrico donde se daban cita las más altas autoridades.
En ese mes de pleno y crudo invierno, el chocolate era una tradición que traía alegría y tibieza.
Mi madre y su grupo de amigas se preparaban toda la semana para el gran acontecimiento en lo de Mariquita Calatrava.
Ella ponía una mesa con manteles bordados a mano, en aquella época las “niñas” antes de casarse estudiaban
 estas cosas. Todos blancos, con hermosos detalles que parecían encaje. No tenían ni la más mínima arruga y caían a los lados en perfección milimétrica. Era la gran fiesta del chocolate, con la mejor porcelana, con tortas y masitas que cada una se esmeraba en llevar incorporando la mejor receta, esa que siempre era secreta.
El tiempo pasó, la tradición se perdió, hoy mi madre, 93 años, no prepara mesas, pero cada 9 de julio dice con nostalgia:
"ME QUEDÉ SIN CHOCOLATE…”
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AUSTRIA INCOMPARABLE
Y el verano se fue…
Y escondió entre el follaje del bosque tupido sus últimos rayos de sol.
Y ese sol tímido y perezoso pintó un cuadro de colores brillantes, de amarillos pálidos y rojos intensos, de ocres y azules verdosos.
Como lágrimas, la fina llovizna se posa en las verdes colinas que parecen alfombras, que dibujan valles y ondean al viento sus mil tonos de verde.
Y salpicando lomadas y llanos, las alegres casitas de colores claros nos regalan un paisaje de ensueño.
Con sus ventanitas con cortinas de encaje, con senderos bordeados de multicolores flores y con ese humo lento y espeso que sale a bocanadas de sus chimeneas.
Y el invierno avanza y cuelga las nubes, muy blancas, de las rojas tejas, de los verdes pinos, de la esbelta aguja de tantas Iglesias.
Y se torna mágico, irreal, supremo, ese paisaje que Austria regala.
En cada recodo del sinuoso camino un ¡¡¡OH!!! se escapa, porque la belleza que a nuestros ojos se presenta, no puede contarse, no puede explicarse, no hay fotografía que pueda mostrar tanta perfección, tanta maravilla.
Parece que Dios en estos lugares, pintó su mejor cuadro y tiró la paleta, se inspiró y nos dejó lo más perfecto de la naturaleza.
Arroyos que corren entre milenarios bosques, con saltos de agua, con espuma blanca, entre el empedrado que traba su marcha.
Arroyos cristalinos de límpidas aguas, que danzan y emanan notas musicales, que suenan alegres, y nos dejan una gran melancolía en el alma.
Y asoman altivos los viejos Castillos, centinelas mudos, custodios eternos, envolviendo sus muros con el verde fragante del boscoso follaje y jugando escondidas con las blondas nubes que traviesas pasan entre sus torreones.
Y el invierno llega….
Y muy pronto el traje de distintos verdes, ese que regala cada primavera, ese con que viste montes y laderas, cambiará de tono y se vestirá de fiesta. De fiesta de invierno, con ramas plateadas, con hojas heladas y con mil lentejuelas que brillarán orgullosas cuando la redonda y blanca luna derrame su luz en el majestuoso bosque.
Austria tan pequeña, tan incomparable y bella.
Gracias por regalarme tanta magnificencia, gracias por llenarme los ojos de lágrimas ante tanta belleza.
Austria de mis ancestros, de mis cuentos de hadas, de anécdotas de trineos que mi padre contaba.

AUSTRIA; de mi padre, cuna de nacimiento, postal de cuatro estaciones.
Gracias papá por regalarme en cuentos ese maravilloso lugar que luego recorrí guiada por tu mirada, que desde algún lugar, me acompañaba.
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EN EL OTOÑO DE MI VIDA
Muchos años han pasado desde que mis ojos se abrieron por primera vez al mundo. Muchas estaciones han ido quitando hojas al almanaque y agregando canas y arrugas a mi persona.
Sentada frente a un álbum de fotografías, desfilan por mi mente aquellos veranos ardientes cuando jugaba con muñecas en cuyas caritas de porcelana sus ojitos hacían clic, clac al abrirse y cerrarse. Mi primera bicicleta, regalo de ese tío que partió hace pocos inviernos y que dejó por siempre la tibieza y la alegría de tantos momentos compartidos. Las fotos en sepia de mis queridos abuelos que tantas primaveras me enseñaron los nuevos retoños que nacían de la savia nueva.
Las fotos modernas de colores vivos me arrancan esas lágrimas de orgullosa madre, ante un hijo que egresa o una hija que se casa. Y las carcajadas ante la sorpresa de ese inesperado regalo que Papá Noel nos trajo y que disfrutamos como los niños de antaño.
Hoy, que el otoño ha entrado a mi vida, miro todas esas fotos y agradezco por tantos veranos y tantas primaveras, por tantos inviernos y, sobre todo, por este otoño que maravillosamente estoy transitando.
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LAS ESTACIONES DE LA VIDA
Kilómetro cero: comienza el periplo por la vida. 
La sangre bulle cuando el potente sol dora los cuerpos y nuestras bocas saborean el néctar de los primeros besos. Como las hojas del calendario, los árboles van desnudándose, cubriendo todo con una alfombra ocre que cruje bajo nuestros pies como los cristales de los años que pasan. Cielos plomizos arrojan algodones tiñendo de blanco nuestra cabellera y, como los vidrios, nuestros ojos se empañan. 
Pero en ellos aún queda el brillo de la esperanza de que la vida nos permita otra primavera para volver a renacer en cada flor, en cada estrella.
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DOS ANILLOS, DOS ARCO IRIS

Una tiene 93 años, la otra 29.
Una es abuela de siete nietos, la otra es la más pequeña de ellos.
Desde el primer día se sintieron atraídas por un amor profundo, una desde sus años, la otra al recibir la caricia en su suave piel de recién nacida.
Un anillo brillaba en la mano de la abuela que hacía las delicias de la pequeña. Corría a su encuentro y, tomándole la mano, hacía girar el dedo para que el sol descompusiera en un arco iris de colores el pequeño brillante que tanto la atraía.
La abuela entonces le contaba la historia de su boda, del anillo que el abuelo había colocado en su dedo hacía ya muchos años. Entonces la pequeña, con vos mimosa le decía:
—Abuela, cuando yo me case quiero llevar ese anillo.
Entonces la abuela con voz quebrada le contestaba:
—Este anillo será tuyo el día que yo emprenda un viaje muy largo y espero que lo cuides y lo quieras como nos hemos querido tus abuelos.
Ella no entendía y cada vez que la veía corría a sus brazos y le preguntaba:
—Abuela ¿cuándo te vas a hacer ese viaje largo?
Era tal la fascinación por el anillo que un día mordió a la abuela en el muslo por no querer dejarla jugar con ese arco iris que la hacía soñar.
Los años pasaron, la abuela ya no cuenta cuentos, pero siempre espera la llegada de esa nieta que le arranca sonrisas y le cuenta secretos y entrelazan sus manos como cuando era pequeña y le regalaba los cuadros que de los cuentos ella pintaba y le pide perdón por aquel mordisco que nunca olvidó.
Un novio llegó y, conociendo la historia del mítico anillo, mandó hacer una réplica idéntica para el día del compromiso.
Hoy hay dos arco iris que danzan y destellan brillantes colores en dos manos que siempre se entrelazan, dos manos distintas que marcan el paso de la vida.
Una tiene 93 años—mi madre— y su anillo enlazado en su dedo hace más de siete décadas, cuenta una antigua historia de amor, la otra—mi hija— tiene 29 y su anillo comienza a contar una nueva historia.
La abuela se emociona al pensar que nunca dejó de amar y desear esa pequeña joya, compañera inseparable que hoy, ya viuda, la sigue acompañando con recuerdos y nostalgias y la nieta se alegra de que haya dos anillos, pues la abuela aún no ha emprendido ese largo viaje del que siempre le hablaba.
Dos generaciones entrelazadas con dos anillos, con dos arco iris que siempre danzan.
Anillo de la abuela: 3 de agosto de 1942
70 años después
Anillo de la nieta: 25 de diciembre de 2012

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