Yo quiero vivir
La noche planeaba sobre ellos atormentados por la incertidumbre, hambre y miedo. Los cuerpos tiritaban helados por el envite de las olas. El bebé lloraba de hambre, mamá lo acurrucaba sobre su regazo empapado; la balsa volcó, luces lejanas no llegaron a tiempo. Una foto sacudió las conciencias en una playa.
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Buscando vida
Extenuada con la niña a la espalda, huía por las agrestes sendas. Los amenazantes sonidos volvían; el miedo petrificaba. Los llantos cesaron tras la lactancia y arropada entre los pliegues de la túnica de mamá, pasaron la noche, El amanecer descubrió la alambrada; a seis metros de la vida.
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Una vuelta por la valla
No tenía nada que perder pero podía ganar una vida. Decidió apostarlo todo a una valla. Le sangraban las manos y el alma descompuesta en pedazos, cruzaba de nuevo la puerta... sin nada, al anochecer volvió a saltar; esta vez al precipicio.
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Sin otoño no hay nada
El otoño era una estación oscura, con halo de tristeza, porque el sol se ausentaba largos días, y ella sin su luz se apagaba. Ahora había descubierto su magia, un mosaico de amarillos, marrones, rojos y naranjas, salpicados de verdes, que en sus bellas combinaciones pintaban los parques, los montes y los campos.
El viento de otoño le abrió los ojos. Miró al suelo y en el charco de agua de lluvia encontró unas bellas hojas muertas.
Sin charcos, no hay nada.
Sin otoño no hay vida.
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Surcos plateados
El fuego del ocaso se reflejaba sobre el agua, el astro decía adiós tras un día caluroso y brillante; el barco bamboleaba como una melodía de notas saladas en un pentagrama de olas espumosas.
Los amantes contemplaban los surcos plateados de la estela. El horizonte parecía un escenario de lucha entre titanes rojizos y azulados peleando por el espacio encendido. Al anochecer, con la magia del plenilunio, emergieron las sirenas; con una canción indescifrable secuestraron las voluntades y los cuerpos de los amantes.
Las sirenas se amaron.
Fue el último aniversario.
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Sin noticias, sin nada
Los picos ocres señalan al cielo. Los colores verdes y azules han dimitido de sus funciones; páramos desiertos cuentan desde el olvido que existen sitios habitados donde la gente anda, habla, y siente; pero las nubes negras sobre los montes recuerdan que también llora.
No quiero bajar a la urbe… me quedo contigo, tú y yo solos, cerca del cielo. A lo mejor, con algo de suerte, no estalla ninguna tormenta y podemos realizar nuestro sueño.
La música que escucho son los sonidos del silencio, curioso, son los que más me gustan, miles de veces los escuché mientras el mundo ruidoso trataba de evitarlo.
La soledad, el canto de la nada, la ausencia de todo… podrían estar aquí; sin embargo, encuentro en las sinuosas formas una estancia mágica, que esconde desde la altura y desde lo lejos, historias ocultas. Invisible desde lo alto, la flor diminuta, la tela de araña, la gota de agua resbalando por la arista, la piedra con forma de corazón…. Tantos secretos a voces descubiertos, como el eco, escondido entre los abismos.
No ha habido fortuna, la tormenta ha estallado y las riadas nos han hecho sus pasajeros.
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Yo también soy
Querida ausente: Siempre te he tenido en cuenta al recontar las presentes, apenas se te ve entre tanto verde y tanto rojo, hablas sin sonido ni movimiento de una soledad inmensa dentro de una muchedumbre incomparable, bella, conmovedora...
Pero dices mucho sin decir nada, apenas un poco de color blanco con un círculo amarillo, en el centro, bien posicionada. Deja que que las amapolas se pavoneen en su preciosa brevedad, solo tienen unos leves días de vida, lo tuyo es eternidad.
La próxima primavera te espero en el campo de Sanlúcar La Mayor, y quiero que me hagas sentir tanto, disfrutar tanto, embriagarme de aromas y contrastes, admirarte tanto... tu belleza es lo absoluto y la nada, porque paradójicamente son sinónimos.
No me faltes, porque te buscaré por las sendas y las veredas, hasta pronto.
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Los sembrados de mi piel
Tus labios se acercan buscando los míos, ojos verdes traslucen deseo mirando mi boca; mis ojos aciertan a ver el fuego comprimido y en una traviesa mueca desvían el instante para hacerlo eterno. Una corriente sensible recorre mi cuerpo erizando todos los sembrados de mi piel, el suave roce de labios despierta la furia de un volcán de pasión y como un río de fuego sin cauce inunda todas las riveras de mi cuerpo que se dan sin resistencia a la riada de sentir.
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Un alma es todo
No pretendo ser ni un poco de tu alma, debe estar conectada y sin pedazos, porque un alma rota es un puzle sin llegar a ser... no podría amarte como tú si tuvieras la mitad de mí; ojos encendidos al mirarme, manos que transportan a un cielo despejado, labios que insuflan vida al dejar sin aliento. Todo se gesta en el alma... si poseo tu mitad me amarías a medias y yo; lo quiero todo.
No pretendo ser ni un poco de tu alma, debe estar conectada y sin pedazos, porque un alma rota es un puzle sin llegar a ser... no podría amarte como tú si tuvieras la mitad de mí; ojos encendidos al mirarme, manos que transportan a un cielo despejado, labios que insuflan vida al dejar sin aliento. Todo se gesta en el alma... si poseo tu mitad me amarías a medias y yo; lo quiero todo.
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El dolor y la memoria
No recordaba un solo día sin dolor, ni sabía dormir profundamente. Estiraba sus doloridos tendones, simulando en el aula un juego con los niños. Cuando el agotamiento la asesinaba, miraba las estrellas, imaginaba ser feliz, conquistaba cumbres y cascadas; sentía con el alma, se evadía con la pluma, tinta y papel y la cruel enfermedad, ante tanto desprecio; la abandonaba hasta después.
No recordaba un solo día sin dolor, ni sabía dormir profundamente. Estiraba sus doloridos tendones, simulando en el aula un juego con los niños. Cuando el agotamiento la asesinaba, miraba las estrellas, imaginaba ser feliz, conquistaba cumbres y cascadas; sentía con el alma, se evadía con la pluma, tinta y papel y la cruel enfermedad, ante tanto desprecio; la abandonaba hasta después.
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