Micros de Lau Valdez

APODO
―Turco, traeme un café. ―Y, mascullando por lo bajo, el dueño del bar le sirvió una taza. Hacía 50 años que vivía en Argentina. La llegada al puerto marcó el fin de su vida anterior y, fundido en un abrazo con su tío, juró no olvidar la razón de su destierro. Buenos Aires fue, desde entonces, su lugar en el mundo.
***
Faltaba poco para la boda, Emir aguardaba ansioso el momento. Todo estaba dispuesto, la mezquita lucía las más bellas flores de Arabia, el sol iluminaba con fuerza los exquisitos adornos, las joyas para la novia se exhibían como una ofrenda. Yamil, la mujer más hermosa de Damasco, se resistía al destino impuesto por sus padres. 
***
En un rincón del jardín yacían los amantes. La muchacha árabe y el joven turco habían traicionado todas las costumbres de sus pueblos y, cuando fueron descubiertos, se unieron en un abrazo final. Cegado por la furia, el novio los mató con sus propias manos. 
―Tendrás que irte ―fueron las palabras de su padre― en el sur del mundo mi hermano te estará esperando. 
***
―Che, Turco, traeme un exprimido y un tostado. ―Eran brutos estos argentinos, nunca entenderían la diferencia.

__________________________________
___________________


GÉNOVA, 1492
Con la mirada perdida en el horizonte, el joven recordaba las palabras de su madre: «Solo los ríos tienen dos orillas, hijo mío. El mar no tiene más allá».

Cristóbal se permitió dudar.


___________________________________
_________________

METAFORFOSIS
Cuando Gregorio despertó aquella mañana miró el reloj y descubrió que se le había hecho tarde para llegar al trabajo. «Maldición» pensó, «otra vez mi madre ha estado ordenando mi habitación.»

Saltó de la cama y encaró el nuevo día con un ímpetu desconocido en aquel planeta; sin embargo, cuando se vio en el espejo quedó de una pieza. Un ser alto, delgado, con brazos, piernas y manos le devolvió la mirada. «¿Qué demonios?», masculló y se asomó a la ventana buscando una respuesta. Pero nada, todo seguía igual, las otras cucarachas continuaban con sus vidas sin que nada se hubiese modificado.

Gregorio volvió a la cama, se recostó y cerró los ojos. Tal vez, al despertar, las cosas habrían vuelto a su sitio. A su lado, el tiempo comenzó a derretirse.

______________________________
_______________

No hay comentarios:

Publicar un comentario