El Faro

 «La oscuridad reina a los pies del faro» (Proverbio japonés)

Apagué la luz… oscuridad, silencio, paz…

Acomodé la cabeza sobre la almohada, sentí el peso de mi cuerpo aplanarse sobre el colchón y una increíble sensación de bienestar se apoderó de todo mi ser. Me sentí liviana, integrada al negro espacio, sin peso, sin sombra, disfrutando de esa quietud, de esa oscuridad tan anhelada, porque cuando la luz se apaga, se encienden los recuerdos, entonces, la mente divaga. 

Las pupilas, al dilatarse, comenzaron a distinguir algunos resplandores; fue entonces cuando divisé una tenue luz amarillenta que se filtraba por las hendijas de la persiana. Era una luz suave, intermitente, que encendió en mi mente recuerdos dormidos, recuerdos de infancia, olores salobres de mar y de viento. 

Entrecerré los ojos y en la quietud de la noche me pareció escuchar el característico sonido de aquella máquina que pasaba películas en mi niñez. Y de pronto, como si de una película se tratara, me encontré en mi barrio, km. 8, en una casita muy alejada de las demás: la mía, la de mis padres, la que guarda páginas importantes de mi vida...

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