CAMBIO DE PERSONALIDAD, Juan Cristóbal Espinosa Hudtler

El día que iba a ser detenido, Rogelio del Bosque ni siquiera se imaginaba que la simple casualidad de parecerse a un miembro del crimen organizado lo orillaría a hacer las peores declaraciones de su vida y que sufriría una horrible y sistemática tortura.
Había desayunado mal, por lo regular tomaba un café aguado y un bollo, pero esa mañana no había encontrado nada comestible 
en la cocina y se había ido en ayunas a estudiar. Se comió las pocas golosinas que le ofreció su amigo Daniel, quien era adicto a todo tipo de dulces y comida basura y siempre llevaba algún chocolate o galletas en su mochila. Al término de las clases los dos amigos se fueron caminando hacía el metro y Rogelio decidió ir a fisgonear a una popular librería donde siempre había rebajas y se podía robar, o ponerse a leer algún libro interesante.
Daniel se marchó solo y fue la última vez que mantuvo comunicación con su compañero de clase. Rogelio salió de la tienda de libros con un pequeño ejemplar de bolsillo escondido en el pantalón, era de una serie de libros eróticos que le gustaban porque habían pensado un nombre fantástico para la colección y los títulos no eran tan malos, pues se incluían el de Fanny HillLa historia del ojoGrushenka y muchos más.
«Es imprescindible leerlos por la noche —se decía—, para tener los sueños más fantásticos jamás imaginados.»
Por desgracia, ni el recuerdo de las historias eróticas ni todos los interesantes libros que lo habían convertido en una persona sensata y culta lo pudieron rescatar del mortal juego de circunstancias que lo metió en un calabozo en el que se terminarían pronto sus días de estudiante pobre.
Estaba muy cerca de un famoso monumento cuando un coche negro se detuvo, salió un hombre y le apuntó con la pistola.
—¡Súbete, cabrón!
No tuvo tiempo de reaccionar porque, de pronto, se vio sentado entre dos hombres que le impusieron silencio. Rogelio preguntó la causa de su arresto, pero la imponente boca del cañón de una automática calibre 38 fue más convincente que nada.
Lo metieron en una celda vacía, sin muebles y con un solo banco, se imaginaba que estaba en lo que llaman los retenes y esperó simplemente a que le informaran el motivo de su claustro para prepararse para la tortura. Le dieron de comer y se presentó un hombre con aspecto inteligente.
—Eres Rogelio del Bosque Nájera, tienes 22 años, vives con tu madre, no tienes hermanos, te robas los libros de erotismo y quieres ser abogado, ¿estoy en lo cierto?
Rogelio asintió con la cabeza tratando de adivinar por qué no le habían declarado su acusación. 
—No se te acusa de nada, estás aquí para colaborar. Te tengo que describir el plan, pero primero tienes que ponerte a leer esto.
Sacó unas hojas y unos libros y se los puso en el suelo.
—Te advierto que debes colaborar de la mejor manera porque de eso depende que salgas de aquí vivo, ¿entiendes?
El individuo se dio la vuelta y se fue. Rogelio empezó a hojear los escritos que le habían dado, algunas cosas ya las conocía gracias a las largas conversaciones que sostenía con su amigo comunista, con el que siempre hablaba de la dictadura del proletariado y del perjuicio que ocasionaba a la humanidad el sistema capitalista.
Al día siguiente el hombre trajeado apareció de nuevo y le dijo que se dirigiera a él con el nombre de Emilio.
—¿Por qué estoy aquí, señor Emilio?
—No me digas señor, soy Emilio a secas y ya está. Tienes un trabajo. Un hombre muy importante te ha puesto en nuestras manos para realizar su plan. No podemos matarte, pero sí te vamos a torturar lo que haga falta, al final desparecerá tu nombre y adquirirás otra personalidad. Tendrás dinero. ¿Has leído lo que te di ayer? Seguro que ya lo sabías todo, ¿no?
Rogelio sonrió y asintió.
—Ahora apréndete esto de memoria, —le lanzó unos folios y se volvió a ir como la vez anterior.
Por la mañana, llegaron dos hombres gordos y lo ataron a una silla que empotraron en el suelo. Uno de ellos le preguntó su nombre.
—Soy Rogelio del Bosque —contestó.
Lo golpearon en el estómago y le metieron un chorro de agua mineral gaseosa por la nariz. Repitieron la acción hasta que Rogelio se dio cuenta de que tenía que usar otro nombre.
—Soy Macario López Gil, trabajo en la construcción, soy comunista y odio a los políticos. Recibió otras tres dosis de agua con gas y golpes, pero al final lo dejaron tranquilo. Luego, volvió a aparecer Emilio.
—Lo has hecho, bien, ahora te llamaré Macario, pero te advierto que, si fallas en la tarea que te vamos a encomendar, te mataremos sin pensarlo, ¿te queda claro?
Rogelio apenas pudo decir que sí, y Emilio ordenó que trajeran un televisor. Mientras un técnico ponía una antena y una mesa para que Rogelio viera algo, Emilio le dijo que a partir de ese momento tenía que transformarse en Macario López Gil y debía contar con detalle su vida y lo que se le pidiera declarar. El joven electricista había terminado de poner el aparato y lo encendió. Dijo que las noticias iban a empezar en unos minutos.
Para Rogelio fue uno de los momentos en que sintió que la falta de ruido era igual que la misma muerte. Empezó la transmisión.
«Queridos ciudadanos, lamentamos informarles que el representante del partido democrático que estaba postulado para ser el candidato presidencial, ha sido asesinado el día de hoy durante su campaña electoral. Un hombre de unos veinticinco años que responde al nombre de Macario López Gil ha sido el ejecutor, en este momento las autoridades competentes lo tienen detenido y se espera que pronto se sepa para qué organización trabaja y cuáles han sido los motivos del asesinato.» Después se mostró un vídeo en el que se veía a un grupo de personas rodeando al candidato, luego un hombre vestido igual que los guardaespaldas, pero mucho más bajo y delgado, sacaba una pistola y le descargaba al político todo un cartucho de nueve balas a bocajarro.
—¡Pero qué cabrón! ¡¿Por qué lo mató?! ¡Hijo de su puta madre! 
—No te alteres, muchacho, ese hombre ya está encarcelado y con toda seguridad lo sacarán en la prensa y después desaparecerá del mapa. Luego entrarás tú en acción y, si haces bien las cosas, en menos de un año te sentirás como en un sueño de hadas.
Los días siguientes se mostró en las noticias una imagen del asesino y, dos semanas más tarde, se presentó a Rogelio del Bosque rapado y con el rostro demacrado, en lugar de Macario López Gil, haciendo las declaraciones de su culpabilidad y los objetivos de su acto delictivo. Fue sentenciado a veinte años de prisión en una cárcel de máxima seguridad.
Los siguientes meses recibió órdenes del Inspector Emilio, quien le anunció que en cuanto se pasara el acoso de los periodistas y la vida volviera a la normalidad, le dejarían libre. Hubo elecciones, se anunció al ganador y después del primer informe presidencial Macario López Gil fue liberado, pero no como Rogelio del Bosque, sino como otro sujeto del que después desaparecieron los antecedentes penales y todo rastro.
El nuevo Rogelio fue obligado a radicarse en un país vecino y se le abasteció tanto de los medios económicos como de la posibilidad de entrar a su patria cuantas veces quisiera. Todo habría salido bien si lo periodistas no hubieran empezado una seria investigación del caso López Gil y descubrieran que las cosas no estaban en orden.
Al final, el nuevo Rogelio del Bosque, quien habría vivido con disimulo y de forma austera y medio exiliado, murió.
Fue una organización secreta la que se encargó mandarlo al otro mundo con el fin de que los publicistas no encontraran una pista para acusar de perpetrar asesinatos secretos a la gente que ya estaba en el poder.

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